martes, 13 de enero de 2015

Viajando...

Acabo de volver de un viaje genial a Santiago de Chile donde puede visitar a una amiga y pasar unos días fabulosos. Pero esta entrada no es sobre el viaje en sí, sino sobre como a los argentinos nos gusta crear historias de terror para que parezca que nuestro país está peor incluso de lo que está. No voy a decir que no hay muchas cosas que necesitan ser mejoradas, actualizadas, renovadas, etc etc en nuestra maltratada república, pero es triste observar como a muchos de nuestros compatriotas les gusta crear paranoia.
Una de las cosas que hice mientras visitaba nuestro país hermano fue arrasar con las tiendas electrónicas, no niego que se me piantó un lagrimón cuando pude entrar a un negocio y ver expuesta una variedad de tecnología que en mi tierra hace mucho dejó de verse. Mi segundo tsunami de compras fue dirigido a los Lego, ante la mirada atónita de mi amiga que pensaba que me estaba dando un ataque, llené varias bolsas de los ladrillitos que mi hijo tanto adora y que gracias al cepo de importaciones en Argentina no consigo (y si logro rastrear alguno tengo que pagar vendiendo un riñón).
Luego hubo algunas compras menores de ropa y accesorios que completaron la vorágine consumista de la que aquí escribe.
Hasta este momento todo era alegría, pero llegó el día en que tuve que hacer la maleta para volver y ahí empezó la paranoia. Como mujer previsora que soy, antes de viajar y durante el viaje me había ocupado de leer claramente sobre las reglas de ingreso de objetos a través de la aduana de ezeiza...y ahí habían comenzado las pesadillas. Las historias de horror se continuaban: cacheos, malos tratos, interrogatorios, apertura de valijas y registro exhaustivo de las mismas, etc etc. Yo me había informado sobre las franquicias y demás detalles y había hecho bien mis cuentas, aún pagando lo que corresponde pagar había una diferencia importante de valor con respecto a los precios locales, así que no pensaba arruinarme el viaje por hacerme "la viva". Si había superado la franquicia iba a pagar lo requerido por AFIP y punto.
Mientras armaba las valijas y contabilizaba la cantidad de cosas que llevaba, el temor a que me detuvieran por traficante crecía. Entonces volvía a buscar información en internet y leía el caso de este muchacho inocente al que por querer ingresar un Iphone (sin declarar) lo habían llevado a confinamiento y detenido durante horas incomunicado exigiéndole la factura del dichoso aparato.
Entonces llegó el día, tomé el avión y mientras iba en vuelo la azafata se acercó con el papel de AFIP. Lo llené con las cosas que pensaba que correspondía declarar y me guardé a mano todos los tickets de compra por si acaso me los pedían. El avión aterrizó, pasé por migraciones donde un señor muy amable me atendió en 40 segundos. Luego busqué la valija, hice la fila de aduana...y conteniendo la respiración me preparé para ser indagada.
Llego al scanner.
Pongo la valija (llena de legos en sus respectivas cajas), la mochila (iphone 6 y Ipad mini en sus cajas sin abrir), una macbook pro en su estuche protector y la bolsa del freeshop.
Paso al otro lado y veo como mis objetos salen de la cinta.
Los agarro.
Salgo.
Me doy cuenta mientras camino que el papel de AFIP con todo declarado sigue en mi bolsillo. Lo único que escuche de parte del personal aduanero fue un "buenos días". No hubo preguntas, controles exhaustivos, malos tratos, ni siquiera me pidieron el formulario. Casi casi me sentí estafada. ¿Después de tantos nervios ni siquiera una preguntita?
Con esto no quiero decir que no haya situaciones en las que sí se abren valijas y en las que sí toca un empleado de aduana con un mal día (ese día junto con mi vuelo se juntaron varios más desde Francia, Brasil y Miami y no vi ni un caso), pero si algo confirmé es que a los argentinos nos gusta agrandar las cosas al punto de explosión. Y también nos gusta pasar por encima de las disposiciones y reglas. La realidad es que si uno lleva los tickets y declara lo que corresponde no va a pasar nada.
Conclusión, hay que comprar lo que uno puede pagar, aún sumándole los impuestos y tasas impositivas. Hay que declarar lo que corresponde y evitar así problemas que pueden arruinar un viaje.  Las normas vigentes nos pueden gustar más o menos pero son las que son y querer aplicar la "viveza criolla" y después quejarse porque no funcionó es ridículo.