viernes, 18 de abril de 2014

Pero...¿qué es lo que tiene tu hijo?

Hace un par de años llegó a nuestra familia un invitado inesperado. Nos dijeron que su nombre podía cambiar con el paso del tiempo pero que por ahora lo podíamos llamar TGD o TEA. Como es mi costumbre inmediátamente empecé a buscar cada trocito de información que pude al respecto para conocer mejor de qué se trataba, y con ayuda de terapeutas y Google encontré muchísima información al respecto. A partir de ese momento no hubo día en que no dedicase unos minutos a leer algún nuevo artículo, alguna publicación en un foro, etc.
Hoy por hoy tengo bastante repertorio para explicar de qué se trata el TGD, que significa TEA, incluso me aprendí algunas leyes y resoluciones...lo que no puedo todavía aprender es a no sentir una puntada por dentro cuando la gente mira a mi hijo y después me pregunta "Pero...qué es lo que tiene?". Quizás no sea la pregunta en sí, sino el tono de voz, la mirada que suele acompañar la pregunta. En esos momentos miro a mi hijo y pienso...¿qué es lo que tiene?
Mi hijo tiene una sonrisa franca, amplia, hermosa.
Mi hijo tiene una risa contagiosa.
Mi hijo tiene una mirada profunda.
Mi hijo tiene fuerza y coraje.
Mi hijo tiene perseverancia.
Mi hijo tiene curiosidad por aprender.
Mi hijo tiene sentimientos.
Mi hijo tiene grandes capacidades.
Mi hijo tiene alegría en su corazón.

Todo eso y más tiene mi hijo y sin embargo el que pregunta no quiere escuchar eso, quiere escuchar un término médico, frío, concreto. Quiere ponerle a mi hijo un rótulo para poder entenderlo, porque parece que sólo podemos entender al otro si primero lo clasíficamos.Y eso no sólo pasa con las capacidades diferentes, miremos un poco a nuestro alrrededor, a los niños, y veremos al caprichoso, al pegón, al hiper activo, al respondón, etc. Como adultos tenemos la nociva costumbre de caratular a los niños desde muy pequeños, como si no fueran sujetos llenos de cualidades, sino como objetos que se manifiestan a través de lo que nosotros vemos en ellos. Miremos más a los niños, sentémonos con ellos, hablemos con ellos, juguemos con ellos. Estoy convencida de que si en lugar de perder tanto tiempo buscando iniciales, siglas, y demás para entenderlos, dedicásemos más tiempo a ESTAR con ellos, ya no haría falta preguntar: "Pero...que tiene tu hijo", porque lo podríamos ver directamente en sus ojos, en sus abrazos, en sus besos. Sabríamos que lo que tiene mi hijo y todos los niños es un universo infinito de posibilidades por delante, que ni un rótulo ni un diagnóstico deberían definir.

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